Os presento un pequeño adelanto del libro Mentiras,Maldad y Futuro co-realizado junto mi amigo y compañero de caza Riot Über Alles (1862,- politoxicómano ocurrente) un proyecto plástico-lingüístico experimental que nació hace dos años y que en pocos meses compartirá nuestro espacio físico.
Por cortesía de R.Ü.A os presento el prólogo realizado para MMF
HACER BAILAR A UN GATO MUERTO
Todo empieza aceptando que nuestro proceso creativo no puede ser precisamente eso, creativo.
Porque necesitamos, más que crear, destruir. El proceso de violación, defenestración, demolición y calcinación de lo ya creado por otros nos resulta mucho más reconfortante que el penoso y casi nunca fructífero intento de crear por uno mismo a partir de la nada. Y bastante más divertido. Esto sin tener en cuenta un factor determinante. Esto es, todo está inventado. Sí. Lo sentimos, pero he aquí un axioma. De ahí ese hedor a aceite mil veces usado que desprende cualquier creación -sea cual sea su naturaleza- acontecida a partir del tercer tercio del siglo pasado.
Porque crear es lo que dicen que hizo dios, lo que se supone que ha de hacer un hombre de bien. Crear un futuro, una familia. Crear para mejorar lo suyo y lo de los demás. Crear es un gesto eminentemente «positivo», combustible imprescindible para todo motor social con ínfulas evolutivas.
Bien, no hace falta que le recuerde a nadie a dónde nos ha llevado esto.
Sin embargo, la voluntad de destrucción entraña unas posibilidades mucho más apetitosas. Ante la comprobada incapacidad de cualquier sociedad actual para deglutir esa continua suma y acumulación de «creaciones», apostamos por el barreno. Ante el repulsivo optimismo infantil de ciertos ilusionados que ofenden con sus voluntades pretendidamente iconoclastas, nosotros honrosamente nos inclinamos hacia el hurto. Abrimos el coche, presto le hacemos un puente, nos damos una vuelta a toda velocidad y finalmente nos jugamos a cara o cruz dónde lo estampamos. No sin antes llevarnos el radiocasete y comprobar si hay tabaco o drogas en la guantera.
Cogemos lo que queremos entre lo que tenemos. Siempre nos gustó más la flamante bicicleta del vecino que nuestra silla de ruedas.
Escogemos y destruimos hallándonos en plenitud de nuestras facultades. Pero toda demolición conlleva su herrumbre, y aquí es donde nos damos el gusto. Un baño de estética. Como hacer bailar a un gato muerto.
De los restos amontonados se erige nuestra voluntad de autoría, dándole al cadáver un nuevo fondo y forma. Todo es legal: no sumamos. No se nos ocurriría crear nada: nada más lejos de nuestra voluntad. Tan solo se trata de embellecer por y para nosotros el ya de por sí noble gesto de reciclar la basura. Porque ya que la herrumbre es inevitable, el cadáver y el detritus y los fragmentos pueden aún hacernos reír.
Reír y destruir. Destruirnos mientras destruimos, reírnos y mancharnos la cara. Eso es lo que nos queda. No queremos dar nada, no queremos tener ni el más mínimo gesto que propicie bien alguno a nadie. Solo queremos eso, reírnos. Y hacerlo a costa de lo que otros crearon. Destruyendo y ordenando a nuestro placer todo mensaje, imagen, consigna o recuerdo que otros dejaron aquí para hacer del mundo un lugar mejor. Y dado que fracasaron estrepitosamente (a los hechos me remito) tan solo nos queda la venganza. Coger esos trozos de carne mental y lanzarlos ciegamente, pues todos somos culpables de una forma u otra.
Es decir, seguro que acertamos en el blanco.
Finalmente, anticiparme a aquellos que vean en estas reflexiones incongruencias respecto a lo que en este libro se presenta. Bien, acepto que puede parecer «otra cosa». Puede parecer, al fin al cabo, una «creación», cosa que fácilmente desbarataría el presente discurso, delatándome como un charlatán. A eso, tan solo puedo decir que vosotros no estabais allí. No estabais con nosotros, no bebisteis con nosotros, no os reísteis con nosotros. El monstruo de Frankenstein que tenéis entre las manos. Esto es lo único que tenéis. Esto, y nuestra palabra. La cual cosa importa cero, o incluso menos. Porque si nos importara, si realmente fuéramos tan hipócritas de creer que necesitamos algo más que lo que ya es nuestro, entonces sí que la habríamos cagado.